martes, 23 de agosto de 2011

Un cuento para mis compañeros del IES: "Ubuntu" (Septiembre de 2010).

Un poema, un relato corto, un dibujo… Todo eso son cosas de “artistas” y yo, la verdad, tengo poco de artista.

¿Qué mandar al foro? ¡Yo qué sé! Y para colmo, seguro que cometo algún error ortográfico o gramatical (en especial utilizaré, concordancias inválidas que provoquen agramaticalidad, reiteraciones en estructuras sintagmáticas, repeticiones léxicas, tautologías e incongruencias, sin olvidar que seguro que haré una utilización excesiva de pleonasmos y polisíndeton y una utilización inadecuada de marcadores discursivos y de otros elementos de coherencia y cohesión).

De verdad que le he estado dando vueltas y sólo se me ocurre contaros un cuento. Uno de esos de los que le cuento a mi hija (dato a tener en cuenta: un día me dijo que le gustaban mis cuentos porque se aburría y, por eso, se dormía).


UBUNTU, EL NIÑO CHAMÁN
Hace mucho, mucho tiempo, cuando el hombre aún vivía en cuevas y vestía con pieles de animales, un niño de 5 años miró al cielo estrellado del invierno. Ese niño se llamaba Ubuntu.
De pronto, el niño se dio cuenta de que ese cielo, esas estrellas, ya las había visto antes, hacía muchos, muchos días. Recordaba que unos días después de haberlo visto, la nieve había empezado a derretirse, y que un poquito de tiempo después, habían empezado a florecer los alrededores de la cueva.
Ubuntu pensó que tal vez esta vez pasaría lo mismo, y corrió a decírselo a su mama. Su madre lo escuchó pacientemente y cuando acabo de explicárselo, su mama le dijo: “no se lo digas a nadie. Cuéntaselo sólo al chamán de la tribu. Él sabrá lo que tienes que hacer”.
El chamán lo escuchó en silencio pero conforme lo oía, sentía que eso no podía estar ocurriendo: “un niño de 5 años había descubierto uno de los mayores secretos de los chamanes. El niño era capaz de conocer con antelación cuándo iba a comenzar la primavera. El pequeño se había dado cuenta de que los cielos estrellados marcaban el paso del tiempo y las estrellas te decían el momento del año en el que estaban viviendo: si estaba acabando el invierno, si iba a comenzar la primavera…”. El hombre sintió miedo por si su secreto se descubría, y sintió miedo también por el niño, pues los celos del jefe de la tribu podían acabar expulsándolo. Todavía recordaba cómo expulsó al último que osó decir que era más fuerte que él.
Entonces acogió al niño como su aprendiz. Le dijo a Ubuntu que, efectivamente, la primavera estaba a punto de comenzar. Pero le advirtió también que nunca revelara ni el secreto de los cielos estrellados ni ninguno de los secretos que él le iba a contar.
Ubuntu incumplió su promesa de no contar los secretos. La incumplió muchas, muchas veces, pero el chamán nunca lo supo. Ubuntu todas las noches le explicaba a su madre todos los secretos de los chamanes y ella le explicaba a su niño todos los secretos que conocía. ¿Secretos? Aquellos eran más bien conocimientos, que la madre había adquirido por la observación de la naturaleza, y que nunca se había atrevido a contar a nadie.

Curiosidad: después de contarle varios cuentos de Ubuntu le puse el documental “la odisea de la especie” (http://www.docuciencia.es/2010/01/la-odisea-de-la-especie-capitulo-1/) y me dijo que ya no quería que le contará más cuentos de Ubuntu, que eran muy feos los seres humanos que salían en el documental.

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